Monday, December 19, 2011

X- Furia, reparación, identificación.


De la Hostia no puede aguantar el impulso. Los instintos cabalgan su cuerpo, lo desbordan y se desparraman en sus ojos, saturados ahora de la sangre que los transporta. Apretando los puños hasta poner los nudillos blancoamarillos como sus dientes, que se rajan bajo la presión mandibular, el doctor embiste como toro apenas ve entrar a Telmo.
Con todo su peso arrolla su raquítico cuerpo contra la pared. Por fuera se escucha el retumbe de todos los kilos juntos. Los de los cuerpos y los de la pared. Por dentro se escucha, en el fondo de cada hueso, una pisada de borcego en otoño, el crack de unas cuantas hojas secas.
Telmo queda derrumbado, doblado, formando ángulo recto entre el piso y la pared, inconsciente. El doctor lo acuesta en el piso y le pone una almohada en la cabeza, toca el cuello para corroborar que hay pulso y así lo hace. Desde su viper, solicita una ambulancia, de las muchas de su flota.
Ahora tenía una pobre víctima indefensa, demolida, de la que ocuparse, a la que cuidar como le hubiese gustado...

Tuesday, October 18, 2011

IX- Mientras tanto...


Telmo disfruta de limpiar las copas con un trapito y alcohol. Había logrado hacer goce del ardor que provocaba en sus manos lastimadas pensando, ayudado por su tendencia innata a soportar el displacer, que “no es en sí desagradable. Es solo una sensación, y el dolor, su interpretación.”
Él siempre piensa así, de a catorce palabras, un punto (dos, contando el final) y dos comas. Si no lo hace, su estructura corre grandes riesgos de venirse al suelo y provocar, como mínimo, temblores en el párpado izquierdo. Como ahora, que lo excede una sensación.
“Una gorda, olorosa y mandona sensación. Una doctorosa sensación, y no solo su interpretación.”

Su párpado que temblaba para y Telmo, al grito de ¡Inmediatamente Doctor!, dispara.

VIII- Mientras tanto…


El doctor De la Hostia se detiene en el frente de una casa con patio delantero y árboles cargados de frutas rechonchas.
Tiene la ligera sensación de haber estado ya dos veces ahí y la certeza de haber deseado estar allí siempre. La casa es grande y abombada, con la puerta, ancha, entornada. Apenas franquea la entrada, se dispara una alarma, que suena rara, borroneada y difusa se mezcla con el sonido de su reloj despertador, que nítido lo despierta. Se sienta adormilonado, con los rollos cayéndole sobre las piernas doblemente gordas.
- ¡MAMAAAAA!- grita, con los ojos aún cerrados y espera un brevísimo instante.
-¡MAAAAMAAAAAAAAAAAAAA!- repite desesperado, y ronco sobre el final.
La no respuesta le agrieta el mundo, se cae pesado sobre su espalda y cierra nuevamente sus ojos llorosos, como queriendo negar la tridimensionalidad, en un intento de abolir la distancia.

Los abre y está flotando, nadando sin mucho esfuerzo. Naufraga, en medio del océano, pero no está desesperado. Ni siquiera tiene miedo, se siente seguro en el agua. Nuevamente la impresión de haber estado en esa situación, de haber naufragado esos mares, en otras vidas de pirata, porque de golpe sabía que estaba ahí por ser pirata, por haber amotinado a la tripulación, asesinado al capitán y algún otro, para finalmente ser hundido por un leviatán. Lo recuerda, y gira, intentando encontrarlo. Ahora le parece una ballena, gigante, amigable y rosa, teñida por la sangre derramada en el enfrentamiento, que hace que se le aparezca muy apetitosa. El animal amaga besarlo y lo sorbe. Como un cubito de hielo, el doctor siente que se derrite en su boca, se deshace y se mezcla con los demás líquidos que circulan en su interior. Escucha un ruido, lejano primero, cada vez más cerca. Reconoce qué se está gestando. Es el chorro que saldrá por el espiráculo, y se entera, esta vez no sin terror, que él, en tanto fluido, es llamado a constituirlo. El ruido de agua es cada vez más fuerte. Mientras tanto, su miedo le arranca acuosos gemidos que se pierden en la inmensa ballena, hasta que ya no lo soporta, cierra los ojos con fuerza, como queriendolos hacer desaparecer, los abre con esfuerzo, apaga el reloj despertador y se incorpora nuevamente.
- ¡MAMAAAAAAAA! – reclama rabioso.
-¡MMMAAAAAAAMAAAAAAAAA!- redobla, segundos más tarde, iracundo.
-¡TEEEELLLLLMOOOOOOOOOO!- cambia, ahora infame, perverso, furibundo.
-TEEEEEEEEEEELLLLLLLLLMOOOOOO!- reivindica, Doctor De La Hostia, doctor en doctorosidades.

Friday, August 12, 2011

VII- Dirimiteo.


Dirimiteo exprimía naranjas en la cocina para el desayuno cuando escuchó el timbre y se sobresaltó. Bebió de un sorbo el jugo que se había procurado hasta el momento, con tal prisa que lo derramó mentón abajo, avanzando hasta casi el cuello, donde fue interferido por el revés de su mano, que lo lanzó contra el piso a pura inercia, deteniéndose en seco luego de una breve sacudida. Las gotas, desesperadas del susto por la vertiginosa caída, murieron de insuficiencia cardíaca antes incluso de poder emitir sonido alguno, estrellándose finalmente contra el piso duro, deshaciéndose en varias gotitas que constituían una pequeñísima salpicada y que tuvieron igual suerte que las anteriores.
Con la mano ligeramente pegoteada, se apresuró a cerrar la cortina que disimulaba la cocina, separándola del comedor, no del todo, pues seguían compartiendo el olor; amontonó todo lo que tenía sobre la mesa (papeles, revistas, papelillos, restos de marihuana, monedas, un encendedor) y los disimuló en una atiborrada biblioteca que parecía temblar destartalándose.
- ¡¡¡YA VA!!!! – gritó, para asegurarse que quién había tocado esperaría un minuto más, minuto que utilizó para mirarse al espejo y comprobar que se había pelado, cosa que no recordaba, y se había también rasurado la barba que hasta ayer - o antes de ayer, tampoco recordaba- le llegaba hasta la mitad del pecho e impedía el paso del jugo al cuello, adquiriendo un color ligeramente anaranjado y evitando a la mano la molestia de ensuciarse.
Apenas se reconocía, parecía diez años más joven que la vez anterior en que recordaba haberse mirado (aunque no sabía precisar qué edad tenía en ese entonces), cuestión que encontró harto curiosa, teniendo en cuenta que estaba días más viejo y que resolvió adjudicarle a su inesperado cambio de look.
No podía demorarse más, alguien había tocado su timbre, no sabía quién ni con qué propósito, y eso lo asustaba. Se apresuró en sacar las trabas y abrió con una sonrisa amarilla.
En la puerta, con la cabeza ladeada, La Señora esperaba mucho más pelo, razón por la cual deshizo su prefabricada sonrisa en una clara expresión de sorpresa que derivó en confusión y provocó un “disculpe, debo haberme equivocado”.
Dirimiteo entendió enseguida que era a él a quién buscaba aunque no quería reconocerlo y manteniendo su gesto de bienvenida, hizo un movimiento con su mano, invitándola a pasar.
“Seguro se ha equivocado, Señora. Pero aquí está, y yo soy Dirimiteo” agregó.

Wednesday, July 20, 2011

VI- La Señora

La señora Devota Reinaldi de De la Hostia, o solo Devota, o solo La Señora de sesenta y largos años en déshabillé bordeaux, con un agudísimo dolor de oído, ojos apenas despegados y boca pastiche basural, semi o trescuartidormida, se dirige al baño.

-Yo tengo derecho a mis secretos, no sé por qué no tendría derecho a mis secretos. Sé que ocultar es como mentir por omisión, pero preguntar es como sacar por obligación, sobre todo si uno no puede abstenerse de contestar, por no mentir por omisión. Que no pregunte y no le miento – Maquina La Señora, mientras libra en la pileta, a palmas y agua fría, una nueva batalla contra el estampe facial de recién levantada. Se siente tremendamente mal. Apenas soporta el zumbido constante aunque modulante que penetra y hace vibrar su tímpano izquierdo, tímpano que, ella no sabe, está verde, mohoso y con un microclima afiebrado que posibilita la existencia de una selva tupida de hongos en las que, dicen, en unos años y con mejores tecnologías, probablemente se encuentren especies bacterianas organizadas en sociedades. Esto todos se lo pueden imaginar, pero lo que no saben, y acá es donde empezamos a entendernos porque yo les cuento lo que ustedes deben saber y no saben y a mi ni tienen que pedírmelo, se los digo y listo, porque me sirve para que nos entendamos, que es lo difícil acá.

En fín, les decía que La Señora está recién levantada y que su dolor de oído, desoído por su adoradísimo hijito -el Bebote de Devota, como le gustaba alucinarlo-, la lleva a decidir que va a visitar a Dirimiteo y que no tiene por qué contárselo al preguntón de su vidita.

Saturday, July 9, 2011

V- Profeta

No muchas personas saben que alguien a la noche, entredormido, está escribiendo el plan maestro. Engañan acerca del potencial alcance de sus entramadas ideaciones, su aspecto retraído y su risa espontánea, excéntrica y descontextualizada, risa que su abuela materna, enternecida por el estruendo de sus cuerdas vocales al estallar la carcajada, y presa de una nostalgia eterna, le pidió, una tarde de infancia y merienda en su amarilleante departamento, que nunca pierda.

Es un hombre perspicaz, ilustrado en conocimientos sobre antropología, astrología, astronomía, bacteriología, biología, botánica, caracterología, cosmología, cronología y así, tres por letra hasta la a de zoología. Este arbitrario método de estudio no era más que una adaptación a las exigencias del contexto del método de su difunto padre, quien conocía a la perfección los secretos de dos oficios por vocal, lo que lo convirtió en: alfarero, albañil, ebanista, electricista, importador, inventor, obrero, operador, ujier y utilero.

Su plan se erige principalmente sobre una premisa: el lenguaje es una herramienta de adaptación que, en su forma de aplicación actual, resulta obsoleta.

Su fin es lograr, mediante una imagen vocal (evolución a partir del lenguaje consistente en una nueva forma comunicacional), barrer por completo el lenguaje entero, degradándolo al nivel de palabritas amuchadas.

Transcripciones de algunos fragmentos de sus ensayos, se leerían más o menos así:

“Es difícil cubrir el cuerpo de una dama por completo, en su totalidad y cuando digo difícil, claramente digo imposible. Yo la visto mujer y la visto adulta, la visto negra, alta, de rasgos afroamericanos, y delicada, fina, sensual y aún así sigue teniendo vagina insustituible, agujero negro chupasentido.

Yo digo rptrptrpt, frrrrrrrrrtrtrt , crrrrrrrrrk, y la negra me gusta mucho mas, y ni hablar si le pongo un auuggggsch en el medio del krrrpppttty y la dejo gaaaaaaaaag.”

Y mas adelante:

“Es el momento del ocaso de la palabra, momento de reivindicación comunicacional de la agudizada vista, reivindicación reestructuradora, estruendosa, rompetimpanos, aturdidora.”

Y también:

“Homo-nomini, la última gran treta de los nomencladores, falsos brujos medicamentosos. Imposible que hable de lo que no dice sin sonar a deficiencia desviadora, sin hacer ruido, mucho mas ruido, ¡crrrrrrrrk!”

Por último:

"Es una elevación exponencial de la palabra lo que finalmente salvará, a la vez que matará, al hombre en tanto humanidad."