Tuesday, October 18, 2011

VIII- Mientras tanto…


El doctor De la Hostia se detiene en el frente de una casa con patio delantero y árboles cargados de frutas rechonchas.
Tiene la ligera sensación de haber estado ya dos veces ahí y la certeza de haber deseado estar allí siempre. La casa es grande y abombada, con la puerta, ancha, entornada. Apenas franquea la entrada, se dispara una alarma, que suena rara, borroneada y difusa se mezcla con el sonido de su reloj despertador, que nítido lo despierta. Se sienta adormilonado, con los rollos cayéndole sobre las piernas doblemente gordas.
- ¡MAMAAAAA!- grita, con los ojos aún cerrados y espera un brevísimo instante.
-¡MAAAAMAAAAAAAAAAAAAA!- repite desesperado, y ronco sobre el final.
La no respuesta le agrieta el mundo, se cae pesado sobre su espalda y cierra nuevamente sus ojos llorosos, como queriendo negar la tridimensionalidad, en un intento de abolir la distancia.

Los abre y está flotando, nadando sin mucho esfuerzo. Naufraga, en medio del océano, pero no está desesperado. Ni siquiera tiene miedo, se siente seguro en el agua. Nuevamente la impresión de haber estado en esa situación, de haber naufragado esos mares, en otras vidas de pirata, porque de golpe sabía que estaba ahí por ser pirata, por haber amotinado a la tripulación, asesinado al capitán y algún otro, para finalmente ser hundido por un leviatán. Lo recuerda, y gira, intentando encontrarlo. Ahora le parece una ballena, gigante, amigable y rosa, teñida por la sangre derramada en el enfrentamiento, que hace que se le aparezca muy apetitosa. El animal amaga besarlo y lo sorbe. Como un cubito de hielo, el doctor siente que se derrite en su boca, se deshace y se mezcla con los demás líquidos que circulan en su interior. Escucha un ruido, lejano primero, cada vez más cerca. Reconoce qué se está gestando. Es el chorro que saldrá por el espiráculo, y se entera, esta vez no sin terror, que él, en tanto fluido, es llamado a constituirlo. El ruido de agua es cada vez más fuerte. Mientras tanto, su miedo le arranca acuosos gemidos que se pierden en la inmensa ballena, hasta que ya no lo soporta, cierra los ojos con fuerza, como queriendolos hacer desaparecer, los abre con esfuerzo, apaga el reloj despertador y se incorpora nuevamente.
- ¡MAMAAAAAAAA! – reclama rabioso.
-¡MMMAAAAAAAMAAAAAAAAA!- redobla, segundos más tarde, iracundo.
-¡TEEEELLLLLMOOOOOOOOOO!- cambia, ahora infame, perverso, furibundo.
-TEEEEEEEEEEELLLLLLLLLMOOOOOO!- reivindica, Doctor De La Hostia, doctor en doctorosidades.

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