Sunday, September 5, 2010

Aparición

Si me tomé este tiempo antes de compartir esto fue simplemente porque quise librar mi recuerdo a los retoques estéticos que entre el reloj y mi insuficiencia mnémica se encargarían de hacer.
En aquel entonces, mi escaso interés por el mundo hizo que reaccione con indiferencia a la aparición del ángel en medio de uno de mis solitarios paseos de melancolía nocturna.
“Estás muy solo, triste, acá, en este mundo abandonado” me dijo con voz de ogro, intentando emular el ritmo de “la balsa”.
“Vaya novedad” respondí abúlico, lo que aparentemente enfureció al fenómeno, que arremetió transparente en mi pecho, me violentó el alma que se inflamó y tomó el control de mi gelatinosa humanidad por un instante.
Algo ardió dentro de eso que había sido, entre las cenizas negras y la arena.
Por la oreja sentí una brisa acompañada del caer de una gota fría. Era sangre, podía olerla. El ángel se había corporizado nuevamente. Estaba detrás de mi, sentado, comiendo concentrado y voraz la mugre de sus uñas. Mugre fresca, recién arrancada.
“¿Qué me hiciste?” Pregunté, esta vez con énfasis. Me escuché raro, hacía tiempo mi tono no me dejaba salir.
“¿Qué me hiciste?” canturreó burlón, y se deshizo destello al final de la calle.
Mucho cambió en ese encuentro. Algo se llevó entre sus garras el ángel, algo muerto si mal no imagino el olor. Algo dejó, al final de la calle, esperando ser alumbrado por mi sombra intemporal.

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